diumenge, 12 d’octubre del 2008

republicana





jueves 2 de octubre de 2008

Un estúpido detrás de otro

Es tan bruta como la peruana la derecha estadounidense. Y John McCain, el candidato republicano y la hechura de Bush, podría ser, perfectamente, el presidente de nuestra CONFIEP modelo siglo XXI.
El otro día, antes de que el tinglado del dinero imaginario y las deudas reales se cayera y de que la derecha mundial ensuciara los calzoncillos, McCain dio muestras de hasta dónde puede llegar su minusvalía neuronal y su ignorancia de vaquero que escupe tabaco en sus propias botas.
Alguien le preguntó si se reuniría pronto con Rodríguez Zapatero, el líder del PSOE y presidente del gobierno español.
El discípulo del friedmanismo real se puso muy nervioso. Era evidente que no sabía quién demonios era Rodríguez Zapatero. Después de un silencio que ya empezaba a doler, McCain atinó a decir:
“Todo lo que puedo decirle es que tengo antecedentes claros de trabajar con gobernantes en el hemisferio (se refería al continente americano) que son nuestros amigos y de hacerle frente a los que no lo son”.
La cita es textual y consta en un despacho de la muy estadounidense agencia de noticias Associated Press.
Y es el reflejo exacto del cociente intelectual que se requiere para ser de derechas, amar las guerras, creerse el matón del planeta, invocar a Dios mientras se mata y elegir a una bruja de claustro como posible vicepresidenta.
Pero la ignorancia entusiasta de McCain no es mayor que la de Bush. Y la lentitud de su cerebro regado por la Fox compite cuerpo a cuerpo con la legendaria devastación que el alcohol produjo en las sinapsis bushianas.
Recordemos qué clase de zoquete ha bombardeado montañas y bodas, niños y cisternas, guerrilleros y abuelas, deltas, desayunos, primaveras. Porque algunas frases de Bush quedarán para la Historia de los Memos con Poder de Fuego (que está por escribirse).
Una vez, después de una conversación con el presidente mexicano que lo imitaba en derechismo peludo, Bush le dijo a la prensa:
“He hablado con Vicente Fox para que envíe petróleo a Estados Unidos. Así no dependeremos del petróleo extranjero”.
Si se tratara de una persona normal cualquiera hubiera pensado que esa frase era una forma chabacana de nombrar la subordinación del México foxiano a la política estadounidense. Pero Bush no es normal.
Otro día dijo: “Es tiempo para la raza humana de entrar en el sistema solar”. El muy bestia quiso decir, claro, que ya era tiempo de poner paneles solares en la Casa Blanca.
Una de sus mejores frases es esta y la dijo el 6 de Agosto del 2004: “La soberanía tribal significa eso: es soberana. Quiero decir, uno es un... –le han dado a uno soberanía y uno es visto por los demás como una entidad soberana...” El lóbulo frontal de Bush desfiguró de esta manera los apuntes de sus asesores en una reunión con jefes de algunas reservas indias.
Otro día se puso filosófico y farfulló: “El futuro será mejor mañana”.
Nadie pudo reírse, por respeto a la investidura presidencial, cuando dijo con mucho énfasis: “No es la contaminación la que amenaza el medio ambiente sino la impureza del aire y del agua”.
Y nadie pudo evitar que algunos periodistas se miraran entre ellos cuando Bush dijo en una conferencia de prensa:
“Cuando me preguntaron quién provocó la revuelta y las muertes en Los Ángeles, mi respuesta fue directa y simple: ¿A quién debemos culpar por la revuelta? A los revoltosos. Los revoltosos son los culpables. ¿A quién debemos culpar por las muertes? Los que mataron son los culpables”.
Una vez, hace tres años, cuando el Congreso le había rechazado una iniciativa vinculada a las guerras que perpetra desde la vacuidad de sus lóbulos parietales, Bush dijo de lo más resabido:
“Sé que en Washington hay muchas ambiciones. Es natural, pero espero que los ambiciosos se den cuenta de que es más fácil triunfar con un éxito que con un fracaso”.
En el caso de Bush la estupidez no es el accidente sino la constancia. Lo demuestra esta frase: “La ilegitimidad es algo de lo que tenemos que hablar en términos de no tenerla”.
Podríamos llenar páginas de este diario recontando estas expresiones del colapso cultural que nubló la Casa Blanca desde que la mafia mató a Kennedy. Pero ni Johnson, que parecía más embotellado que embotado, ni los que lo siguieron –con excepción de Nixon y Carter– pueden igualarse a la guerra en contra de la soberanía cerebral que Bush ha librado con éxito absoluto en el caso de sí mismo. Un Bush que la derecha considera su retoño y su carca.
Nunca entenderé por qué Anaya o Canchari no emigraron a los Estados Unidos. Qué cumbres de poder hubiesen –quizá– escalado.