'Cosidad', presunción y castigo
JUAN CRUZ 26/07/2009
Rayuela es la Biblia. En Rayuela está la explicación de todo. Dicen que ya no dice nada: no es cierto. Esa novela de Cortázar lo sigue diciendo todo. A veces, al oído; a veces, a la inteligencia.
Verán qué me ha pasado. Estaba dándole vueltas al caso Camps (que antes quisieron convertir en el caso Garzón, pero Camps lo convirtió en el caso Camps), y no hallaba explicación para lo que parece una torpeza de libro (y no de Rayuela, precisamente).
Pensaba, como 45 millones de españoles menos uno, que lo que el presidente valenciano tendría que haber hecho, cuando Ángel Expósito, el director de Abc, le preguntó si él se pagaba sus trajes, es explicar que se los pagaba, con ciertas excepciones.
¿Excepciones?, le hubiera preguntado el periodista. Y entonces Camps hubiera explicado que, en efecto, algunas personas quisieron tener un detalle con él y le regalaron unos trajes. Le resultó rara esa deferencia, pero no quiso desairarles. Y hubiera añadido, en este proceso que estamos montando sobre lo que no pasó, que precisamente en ese momento estaba usando uno de esos trajes regalados.
Ah, hubiera exclamado la sala, en la que había muchos periodistas y otros seres encorbatados. O sea, ¿que va vestido de regalo? Adelantándose a esa sospecha, Camps hubiera dicho, sin perder un segundo: "Y he pensado lo siguiente: ahora mismo me despojo de la chaqueta y se la entrego a usted para que pase a formar parte del museo de objetos regalados y usados por políticos, si usted quisiera iniciar este tipo de colección. El resto se lo enviaré de inmediato. Comprenderá que mientras respondo no puedo quedarme en calzoncillos".
Y ahí se hubiera acabado el caso Camps. Claro, para eso el señor Camps debiera haber tenido un entrenamiento práctico en lo que Gregorovius, el personaje de Rayuela, era un experto. Según la teoría de Gregorovius, Camps es como Oliveira, el actor sobre el que gravita el sueño y la realidad de Rayuela. Oliveira, de acuerdo con Gregorovius, era víctima de la cosidad. "¿Qué es la cosidad?", preguntó La Maga, que preguntaba todo, y aquí viene el parlamento de Gregorovius que tanta luz me arrojó sobre Camps.
"La cosidad", respondió el ruso, "es ese desagradable sentimiento de que allí donde termina nuestra presunción empieza nuestro castigo". "En una palabra", le dijo más adelante Gregorovius a La Maga, "le revienta la circunstancia. Más brevemente, le duele el mundo".
Rajoy lo dijo de Camps de otro modo: lo que le pasa es peor que la pena de banquillo. En la presunción empezó el castigo, pero él pudo haberlo desbaratado si, como Oliveira, no tuviera tantos problemas con la cosidad.
jcruz@elpais.
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