domingo 15 de febrero de 2009
Eurodiputado arrojado
El eurodiputado derechista Luis Herrero pertenece a las filas del Partido Popular, el partido que, con José María Aznar a la cabeza, sirvió a la causa de Bush con la oral diligencia de una pupila de casa de tolerancia.
Veamos. Luis Herrero es del PP. El PP, con distinto nombre y las mismas almitas sombreadas, nació del huevo derecho de Francisco Franco y a la sombra de esos cipreses alargados que tanto le gustaban a Miguel Delibes cuando no se podía hablar en España de otra cosa.
En fin, que era 1947 y si te atrevías a hablar de un gallego matador te apretaban con el garrote vil de toda la vida. Así que hablabas de los cipreses alargados y encima te daban el premio Nadal.
Pero volviendo a lo nuestro. Si el PP nació del huevo derecho y empotrado de Francisco Franco y adquirió el alias de Alianza Popular y el liderazgo trémulo (pero firme) de Fraga Iribarne y el talento para el silencio y el acomodo de más de tres décadas de dictadura, digamos que, años más tarde, treparía a su propia cumbre de la infamia con el hombre que jamás será superado: José María Aznar, el que servía el té y los bocaditos en las Azores cuando Bush y Blair necesitaron de un payaso con vistas al Mediterráneo para decir que la guerra en Irak “tenía consentimiento de la comunidad internacional”.
La derecha franquista había sido, honrando a los visigodos, bastante dada a matar, y, honrando a Santiago Apóstol, muy inclinada a rezar (acciones que podía practicar casi simultáneamente). Pero la aspereza de su lucha (con la ayuda de Hitler) y el aislamiento de la posguerra le dieron como que cierta capacidad de resistir en soledad y, por eso, un fuerte sentido nacional.
Aznar, en cambio, parecía haber nacido en Ferrol -la base estadounidense en tierra española donde se aprovisiona la VI Flota- y, si no hubiese sido tan bruto, habría hablado el inglés como una azafata de British Airways.
Lo que quiero decir es que Aznar era tan pobre diablo que impuso en el PP la obligación de comentar los partidos de la NBA y lo que no sabía es que, cuando Bush lo llamaba, había un servidor de la Casa Blanca tapando la bocina para que las risotadas del texano no se escucharan cada vez que José María intentaba decir más de dos palabras en el idioma que Nabokov le imputó a Lolita.
No necesitó Aznar sino decir “yes, sir”, cual infante de marina de película B, para salir en la foto de las Azores, donde parecía un Chaplin cruzado con Camarón de la Isla. Y fue en ese momento cuando la derecha española se depositó como un expósito a las puertas de la Casa Blanca.
Con una mezcla de ternura y aprehensión higiénica, Laurita Bush cogió al niñito Aznar y lo metió en la guardería donde chillaban los otros adoptados: el niñito Uribe, el niño Sánchez de Losada, el muy remoto todavía niñito García y Er Niño de La Capea pa’ las tardes íntimas del aburrimiento.
Entre el huevo de Franco y el huevón de Aznar está el capítulo en el que España renuncia a todas sus grandezas, contrae todas las pequeñeces que exige la subordinación y exhibe su nueva condición de amante de quien pague con un orgullo inexplicable.
Si lo del 1898 fue una desgracia involuntaria, el cese de España como soberanía fue una inmolación colectiva pensada y repensada (y cuyo marco ya no puede cambiar el PSOE que vendió la economía española en el prolongado remate del gonzalismo corrompido).
Pues bien, si el PP fue el cigoto franquista y Aznar la neoplasia de la Little Havana, el diputado Luis Herrero es, para decirlo con la mayor precisión científica, una brizna de la caspa finísima de Fraga.
Y que este Luis Herrero vaya a Venezuela a dictar cátedra de democracia y a dar lecciones de coraje cívico, es un chiste de Gila resucitado por mi entrañable ABC.
¿Luis Herrero dando clases de democracia? ¿Por qué no le cuenta a los venezolanos qué hacían sus ancestros doctrinarios cuando pasaban por las armas a los sospechosos de no ser fascistas en el Madrid infestado de Falange?
¿Y por qué no recuerda cuán cosidas estuvieron las bocas de sus abuelos y las de sus padres cuando contrariar al poder se penaba en España? ¿De cuántos miedos con enuresis diurna es hijo este “valiente” Herrero?
En resumen, ¿qué autoridad moral tienen estos diputaditos salidos del franquismo ileso que Rajoy representa, para llegar en plan virreinal a Venezuela y dar consejos libertarios?
El único que sale ganando de todo esto es Hugo Chávez. Y si Herrero no fuera el falangista confeso que es, podría hasta imaginármelo como un chavista encubierto.
Chávez es una espantosa imitación de Fidel Castro (que fue una brillante imitación de Stalin). Chávez es Fidel pero en crudo ( y en crudo del Orinoco) y cree que podrá perpetuarse porque se siente el Bolívar de los billetes. Y aunque gane el referéndum de hoy, tiene cuesta arriba repetir el plato en las próximas elecciones (sobre todo si el precio del petróleo le sigue horadando la chequera).
Pero si Chávez es un extra en este Otoño del Patriarca que no termina de escribirse en América Latina, el tal Herrero es un indeseable bien devuelto a sus tierras. Ya tenemos suficiente con la chulería de Telefónica para que a estas colonias que fueron vengan los herreros con sus cuchillos de palo. Que se vayan a hacer puñetas.
Veamos. Luis Herrero es del PP. El PP, con distinto nombre y las mismas almitas sombreadas, nació del huevo derecho de Francisco Franco y a la sombra de esos cipreses alargados que tanto le gustaban a Miguel Delibes cuando no se podía hablar en España de otra cosa.
En fin, que era 1947 y si te atrevías a hablar de un gallego matador te apretaban con el garrote vil de toda la vida. Así que hablabas de los cipreses alargados y encima te daban el premio Nadal.
Pero volviendo a lo nuestro. Si el PP nació del huevo derecho y empotrado de Francisco Franco y adquirió el alias de Alianza Popular y el liderazgo trémulo (pero firme) de Fraga Iribarne y el talento para el silencio y el acomodo de más de tres décadas de dictadura, digamos que, años más tarde, treparía a su propia cumbre de la infamia con el hombre que jamás será superado: José María Aznar, el que servía el té y los bocaditos en las Azores cuando Bush y Blair necesitaron de un payaso con vistas al Mediterráneo para decir que la guerra en Irak “tenía consentimiento de la comunidad internacional”.
La derecha franquista había sido, honrando a los visigodos, bastante dada a matar, y, honrando a Santiago Apóstol, muy inclinada a rezar (acciones que podía practicar casi simultáneamente). Pero la aspereza de su lucha (con la ayuda de Hitler) y el aislamiento de la posguerra le dieron como que cierta capacidad de resistir en soledad y, por eso, un fuerte sentido nacional.
Aznar, en cambio, parecía haber nacido en Ferrol -la base estadounidense en tierra española donde se aprovisiona la VI Flota- y, si no hubiese sido tan bruto, habría hablado el inglés como una azafata de British Airways.
Lo que quiero decir es que Aznar era tan pobre diablo que impuso en el PP la obligación de comentar los partidos de la NBA y lo que no sabía es que, cuando Bush lo llamaba, había un servidor de la Casa Blanca tapando la bocina para que las risotadas del texano no se escucharan cada vez que José María intentaba decir más de dos palabras en el idioma que Nabokov le imputó a Lolita.
No necesitó Aznar sino decir “yes, sir”, cual infante de marina de película B, para salir en la foto de las Azores, donde parecía un Chaplin cruzado con Camarón de la Isla. Y fue en ese momento cuando la derecha española se depositó como un expósito a las puertas de la Casa Blanca.
Con una mezcla de ternura y aprehensión higiénica, Laurita Bush cogió al niñito Aznar y lo metió en la guardería donde chillaban los otros adoptados: el niñito Uribe, el niño Sánchez de Losada, el muy remoto todavía niñito García y Er Niño de La Capea pa’ las tardes íntimas del aburrimiento.
Entre el huevo de Franco y el huevón de Aznar está el capítulo en el que España renuncia a todas sus grandezas, contrae todas las pequeñeces que exige la subordinación y exhibe su nueva condición de amante de quien pague con un orgullo inexplicable.
Si lo del 1898 fue una desgracia involuntaria, el cese de España como soberanía fue una inmolación colectiva pensada y repensada (y cuyo marco ya no puede cambiar el PSOE que vendió la economía española en el prolongado remate del gonzalismo corrompido).
Pues bien, si el PP fue el cigoto franquista y Aznar la neoplasia de la Little Havana, el diputado Luis Herrero es, para decirlo con la mayor precisión científica, una brizna de la caspa finísima de Fraga.
Y que este Luis Herrero vaya a Venezuela a dictar cátedra de democracia y a dar lecciones de coraje cívico, es un chiste de Gila resucitado por mi entrañable ABC.
¿Luis Herrero dando clases de democracia? ¿Por qué no le cuenta a los venezolanos qué hacían sus ancestros doctrinarios cuando pasaban por las armas a los sospechosos de no ser fascistas en el Madrid infestado de Falange?
¿Y por qué no recuerda cuán cosidas estuvieron las bocas de sus abuelos y las de sus padres cuando contrariar al poder se penaba en España? ¿De cuántos miedos con enuresis diurna es hijo este “valiente” Herrero?
En resumen, ¿qué autoridad moral tienen estos diputaditos salidos del franquismo ileso que Rajoy representa, para llegar en plan virreinal a Venezuela y dar consejos libertarios?
El único que sale ganando de todo esto es Hugo Chávez. Y si Herrero no fuera el falangista confeso que es, podría hasta imaginármelo como un chavista encubierto.
Chávez es una espantosa imitación de Fidel Castro (que fue una brillante imitación de Stalin). Chávez es Fidel pero en crudo ( y en crudo del Orinoco) y cree que podrá perpetuarse porque se siente el Bolívar de los billetes. Y aunque gane el referéndum de hoy, tiene cuesta arriba repetir el plato en las próximas elecciones (sobre todo si el precio del petróleo le sigue horadando la chequera).
Pero si Chávez es un extra en este Otoño del Patriarca que no termina de escribirse en América Latina, el tal Herrero es un indeseable bien devuelto a sus tierras. Ya tenemos suficiente con la chulería de Telefónica para que a estas colonias que fueron vengan los herreros con sus cuchillos de palo. Que se vayan a hacer puñetas.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada